lunes, mayo 29, 2006

Tibet (I): Liberacion

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"MENTIRA.
En 1950 los chinos ocuparon Tibet y desde entonces han estado sometiendo a su gente a una destruccion sistematica de sus costumbres, religion, cultura, idioma, paisajes (vertidos nucleares en las planicies tibetanas) y libertad :
www.freetibet.org "

Esto es lo que me encontre cuando llegue a Tibet. No me gusta China, y despues de 50 anyos de opresion, el Tibet es China. Por supuesto que hubo momentos increibles y emocionantes, y seguro que el Capitan Augustus los narrara con mucho mas acierto que yo, pero yo no pude disfrutar del pais como me hubiera gustado. No era el pais misterioso que habia sido y con el que habia sonyado, y no era donde queria estar...

Asi que una semana despues de alcanzar el techo del mundo decidi abandonarlo. Solo en medio de vastas llanuras ferreamente controladas por los soldados del partido, el destino me alio con otros dos trotamundos, Jun (japones) y Mark (irlandes) que compartian mi objetivo y juntos, tres desconocidos en el infinito de la nada, nos conjuramos para llevar a cabo una dificil empresa: debiamos, por nuestros propios medios, huir de Tibet y alcanzar Kathmandu en menos de 48 horas para llegar a tiempo para celebrar el cumpleanyos de Mark en Nepal... Mission Impossible?

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Proximamente: Tibet (II): Ocupacion.

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viernes, mayo 19, 2006

El techo del mundo

Voy a estar un tiempo desconectado del blog, pero tendria que haber avisado... ahora mismo estoy en Lhasa, en el Tibet, "el tesoro de occidente" y los proximos meses estare viajando por esta parte del mundo.

Primero Malasia y depues sin rumbo fijo, asi que estare bastante ocupado y no tendre muchas posibilidades de conectarme a internet, ni menos al blog, censurado en China, pero cuando vuelva, el capitan Augustus lo hara de seguro con un diario mucho mas voluminoso y repleto de aventuras. Hasta que nuestros caminos vuelvan a encontrarse, que los vientos hinchen vuestras velas y las corrientes os guien a puerto seguro!


jueves, mayo 04, 2006

Fui a los bosques...

CIMG5875"Fuí a los bosques porque queria vivir a conciencia, queria vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido"

Cuaderno de bitácora del capitán de goleta Augustus Lucero. Cuarto día del quinto mes. Anno Domini 2006.


"cuando esta vez partí de Japón no pude evitar preguntarme cómo sería cuando lo abandonara realmente; los sueños no pueden vivir en la tierra de los hombres...

De cualquier manera, dejé la isla acompañado por el caballero don Diego Lucidio Lucero, mi compañero en el trabajo, decididos a olvidar todo por unos días y descansar de la ajetreada vida de la urbe y de la enrarecida atmósfera de mi trabajo. Vietnam me recibió igual que me había despedido: con un agradable paseo nocturno entre las callejas de la parte vieja de hanoi, donde saciamos nuestro apetito compartiendo la especialidad local, "pho bo" (fideos de arroz), con unos lugareños. Casi parecía que nunca hubiera abandonado la ciudad y no tardé en sentirme de nuevo totalmente adaptado al caos de sus calles y a la algarabía de sus habitantes.

El plan inicial era ir primero a pasar unos días a la montaña para descansar después en el mar, pero mi compañero no se encontraba del todo bien así que alteramos el orden de los eventos para darle tiempo a recuperarse. Pasamos un día en Hanoi revisitando la ciudad y partimos temprano la mañana siguiente hacia la bahía de Halong.

La madera de la cubierta bajo los pies, cientos de islas salpicando un mar cristalino, el sol secando el agua salada de nuestros cuerpos...y el corazón meciéndose al ritmo de las olas y el viento y al calor del sol. Es como... como sentirse muy vivo, como sentir que el cuerpo no puede contener tantas emociones. Lo necesitaba.

El único incidente de la travesía fue referente al barco dormitorio donde habíamos de pasar la noche. En realidad se suponía que era éste el barco original que iba a recogernos y donde después pernoctaríamos, pero para la jornada marítima utilizamos un bajel más maniobrable. El motivo quedó más claro posteriormente, cuando alcanzamos nuestro destino con la puesta de sol: el barco donde debíamos dormir era un naufragio. Aunque aún se mantenía a flote, los marineros debían de afanarse en combatir la vía de agua que amenazaba con llevarnos a pique y el navío se escoraba claramente hacia estribor. El barco no tardó en recibir su nombre por parte de uno de los integrantes de nuestro grupo: "le bateau from hell", "el barco del infierno". El americano autor del bautizo, desde el momento en que abordamos el navío hasta que lo abandonamos, no dejó de refunfuñar entre dientes y no accedió a dormir en su camarote, sino que se acostó en la cubierta superior abrazado a un salvavidas.

Por nuestra parte, tanto Diego como yo lo tomamos como una anécdota divertida y pasamos la noche bañándonos, charlando con otros viajeros y compartiendo las hierbas aromáticas de la región con los tripulantes de nuestro barco maldito. Antes de dormir nos sentamos un buen rato en la proa, con las piernas colgando en el aire y observando en silencio la sombra de las islas recortada contra el mar. Un momento mágico. A la mañana siguiente nos desperezamos con un chapuzón y una buena ración de café vietnamita bien cargado y después de descansar un rato al sol, abandonamos nuestro dormitorio a su suerte y regresamos a Hanoi. Sin tiempo para descansar, tomamos el ferrocarril nocturno hacia las montañas que hacen frontera con China, en Sapa.


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Llegamos con las primeras luces del día y nos reunimos con el guía local y con la que sería nuestra compañera de viaje, Michelle, una exótica e interesante sudafricana con la que trabamos sincera amistad. Durante los dos días siguientes, recorrimos los campos de arroz que pueblan el valle, entre las tribus locales, los búfalos que se evadían del calor revolcándose en el barro y los niños jugando en el camino. Dormimos con las minorías étnicas locales y compartimos su comida y su bebida. Nos bañamos en el río con una provocadora vietnamita y fumamos una pipa de agua a la vera del camino con un grupo de lugareños. Y en resumen, vivimos con estas gentes. Creo que tuve, en las diez jornadas que duró la expedición, más aventuras que en los últimos meses en Tokyo. De cualquier modo, el último día, a nuestro regreso al pueblo, la mañana amaneció con una ligera llovizna y en unos momentos la niebla cubrió el valle como una sábana de proporciones gigantescas. Cuando abandonamos la ciudad apenas podíamos ver a unos pasos de distancia.

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Después de esto, cogimos el tren nocturno de vuelta a Hanoi y al día siguiente embarcamos de regreso a Tokyo, aunque debo confesar que dudamos en la pasarela y a punto estuvimos de dar media vuelta y olvidar el pasaje de vuelta.

Pero cuando recuerdo estos días, a pesar de todas las maravillas que vivimos, creo que la mayor de todas es la alegría y la generosidad de esta gente, que nada tiene pero todo ofrece. Que vive intensamente. Que hace su vida fuera de sus casas. Que charla y disfruta haciéndolo. Que disfruta del sol, del mar, del río y del hermano. Y que, tal vez por todas estas cosas, sonríe de veras..."



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