martes, noviembre 23, 2004

MALAS CARTAS

Me habría gustado escribir antes y sobre todo escribir algo diferente pero... supongo que si la vida fuera demasiado fácil, acabaría siendo aburrida... así que he decidido tomármelo con humor y seguir hacia delante... ^________^

locaLa semana pasada tuve una entrevista de trabajo en una empresa japonesa de biotecnología, el Computational Biology Research Center, para trabajar allí como investigador. La verdad es que era una oportunidad única para salir de esta isla que comienza a cansarme, especialmente por sus habitantes (para más señas, la comunidad española, que me recuerda a "The village", la última peli, y malísima además, de Night Shyamalan, el director del sexto sentido), y vivir en japón con un sueldo aceptable y en un trabajo que prometía ser muy interesante. La empresa me costeaba el viaje y la estancia en Japón, por lo que no pude evitar hacerme ilusiones a pesar de saber que era muy difícil. En fin, después de 4 horas de entrevista con todos los directivos del centro y de tenerme una semana a la expectativa han decidido "no contar con mis servicios". Puede que fuera mi proyecto lo que no les convenciera, pero me parece altamente improbable. Mi idea a grandes rasgos era utilizar los medios del instituto para crear un ejército de engendros como el que aparece a la izquierda y conquistar el mundo ¿Quién puede ponerle pegas a eso? (la individua de la foto forma parte de las hordas de frikies que invaden Harajuku, un céntrico barrio de Tokyo, los domingos por la mañana. Aquí, una colección completa)

Por lo menos, pude pasar un fin de semana increíble (manga, anime, sushi, montañas rusas, sake y kanjis por todas partes :) en esa tierra legendaria con Iñigo y su media "orenzi", Mónica, y Verusca, una de las becarias ICEX de Japón, todos majísimos.

De todos modos, como siempre digo e intentando aplicármelo cuando la ocasión lo requiere, es bueno pasarlo un poquito mal a veces para acordarse de lo afortunados que somos y todas las personas que tenemos al lado cuando las necesitamos (aunque al lado signifique a veces al otro lado del teléfono o la pantalla y miles de Km. de distancia :)

copahelado

Iñigo, Mónica y Verusca me cantaron cumpleapaños feliz (aunque no lo era, claro está :) y las camareras del restaurante los acompañaron con panderetas y con una copa de helado gigante que no pudimos acabarnos (eso sí que es saber animarme :), Iñaki me dio una sorpresa telefónica, los chinos de mi equipo de fútbol me llevaron a cenar con Amutxas (nada de lagartijas esta vez :), Silvia, Diana y Raquel naufragaron en mi isla desierta para animarme y ya tengo aquí a mi familia...y tantos y tantos otros que me han apoyado y animado...

En fin, MUCHÍSIMAS GRACIAS A TODOS, no os preocupéis que no me rindo y, como dicen millones de bolsas de patatas fritas...

¡SIGUE BUSCANDO!

^______________^


jueves, noviembre 11, 2004

Suben las apuestas...



Para bien o para mal...
Uno no puede evitar hacerse ilusiones, y este fin de semana en Japón se van a decidir muchas cosas importantes, que dictarán como será el resto de mi vida. Al fin y al cabo, todas las pequeñas decisiones que tomamos día a día lo hacen, pero esta vez será diferente...
Si estáis leyendo esto y tenéis dedos (esto va sobre todo para los habitantes del planeta tierra :) ...
¡CRUZADLOS!

PEACE&LOVE&ESCALERA DE COLOR...

viernes, octubre 29, 2004

TARJETA ROJA



Pues sí... Para todo hay una primera vez en la vida y la semana pasada me tocó a mí ver LA ROJA. La verdad es que me sentí fatal. Además, fue del modo más injusto y motivada por una combinación de factores que incluían el racismo y el miedo del árbitro a los macarras del equipo contrario. Para más INRI, tuve que ver la final desde el banquillo, donde miré impotente la derrota del Queen Dragon por 3 a cero mientras me mordía un huevo (y parte del otro :). No sé si habría cambiado algo de estar yo sobre el campo, pero ahora entiendo como se sintió Nedved en la Champion's League del pasado año... mal, muy mal... ^_____^


Momento de robarle limpiamente el balón a un contrario en uno de los lances del partido.
Al fin y al cabo el fútbol es un deporte de contacto y no está hecho para las niñas :)


De todos modos, "mis chinos" son un encanto y para consolarme, Daniel y Kenneth, de mi equipo de fútbol, nos llevaron al "Snake King II". La verdad, la sopa de serpiente estaba buena (sabía a pollo :), pero las salchichas de cerdo y pato que parecían haber sido fritas en aceite de Chernobyl y las lagartijas cocidas (con rabito y todo) fueron demasiado para mí. Probarlas, las probé, pero no pude acabar mi plato.

En otro orden de cosas, este fin de semana ha sido Halloween y la spanish people de Hong Kong montó una toga party que acabó conmigo y Pablito en el rooftop de su edificio departiendo sobre lo humano y lo divino a las tres de la mañana, con una botella de vino ejerciéndo de árbitro imparcial de nuestras divagaciones. La fiesta estuvo bien y hubo de todo: romance, celos, amores y desamores, bailes ardientes... y es que hay que reconocer que aunque en ocasiones resulta cansado, los latinos saben divertirse. Aquí, yo y mi toga... :P



Y aquí, más fotos de la fiesta...

Seguiremos informando desde la capital del mundo... hasta entonces:

¡¡NO OLVIDEN MINERALIZARSE Y SUPERVITAMINARSE!!
PEACE&LOVE

martes, octubre 26, 2004

Nada nuevo bajo el sol...



Una semana tranquila... esperando las olas...
El fin de semana: fútbol (¡Queen Dragon en semifinales! :), paseos y playa... y una peli coreana de miedo bastante escalofriante, "The Phone", aunque tal vez demasiado parecida a "The Ring"

Por lo demás, y como prometí, aquí están las fotos de la beach party de Lamma. Las imágenes hablan por si solas, pero siempre encuentro una belleza surrealista en la visión de las chimeneas de la Central irguiéndose sobre el paisaje de playas y selva de la isla...






Por último, después de casi 20 años (el primer libro se publicó en 1976), la saga de Stephen King "La Torre Oscura" (The Dark Tower) ha llegado a su fin. Aunque he encontrado los 3 últimos libros de los siete que componen la historia un poco decepcionantes comparados con el resto (creo que el serio accidente que casi le cuesta la vida a SK y la inminente ceguera que le acecha le han hecho apresurarse para acabar la que es su obra maestra) , ha sido un viaje apasionante y el final ha sido para mí muy adecuado, cuando suele ser lo más difícil... de modo que, sin entrar hoy en mayores reflexiones, cierro así esta página de mi weblog... con un homenaje a Rolando de Gilead, a quién acompañé en su largo viaje y con quién disfruté de aventuras, penas y alegrías... que Gan el Blanco te guíe, Rolando... yo sólo puedo decir ... ¡Salve, Pistolero! ...



HILE GUNSLINGER!!


miércoles, octubre 13, 2004

Matar el tiempo...

En fin... la vida sigue en Hong Kong. A veces parece que esa sea la ley por la que se rige la física en esta parte del mundo. Los segundos se hacen minutos, estos crecen hasta convertirse en horas y más aún para ser días... Y estos pasan en procesión uno detrás de otro, fugaces, casi sin que nos demos cuenta y últimamente, sin traer con ellos nada demasiado nuevo.

Y mientras, uno espera en la capital de los pecados capitales a que algo rompa la monotonía: un viaje, una respuesta a las dudas que el año que viene plantea, la visita de mi familia en Diciembre, las vacaciones de navidad...



Entretanto, sigo con mi vida de Robinson en la isla desierta. Todavía no he encontrado a mi Viernes (mi vecino sería lo más parecido pero, a pesar de ser encantador, no es negro y sabe conjugar CASI todos los tiempos verbales ; ) pero estoy a gusto aislado del mundo salvando las ocasionales fiestas y las siempre bienvenidas visitas de Raquelilla para rescatarme; sin rascacielos, sin coches, sin cobertura... creo que he encontrado mi sitio en Hong Kong, y disfruto de la tranquilidad, de las bestias que son mi única compañía (incluso he adoptado una mascota: una lagartija devoradora de mosquitos, WALLY), los trayectos en ferry, el sol por la mañana y la luna y las estrellas por la noche (algo impensable en Hong Kong). Es un cambio agradable y drástico respecto a lo que he vivido (y probablemente viviré) el resto de mi vida.

Este sábado, aprovechamos una "beach party" en Lamma y la llegada de los nuevos becarios del ICEX para montar una pequeña fiesta. Recorrimos la isla a pié de un lado a otro, paramos en la playa y acabamos el día con una barbacoa en mi casa. Vino Robert, mi antiguo casero y compañero de piso chino, un amigo suyo polaco e incluso invité a mi vecino que, para mi sorpresa, sobre todo después de dos meses de vivir puerta con puerta, resulta que es español aunque ha vivido casi siempre en Suiza. La tarde se prolongó entre risas, cachimbas, néctares deliciosos (impresionante el ron+coco+leche condensada de Yan, el nuevo becario, un fichaje fundamental : ) y demás hasta la fiesta playera, y ésta hasta altas horas de la madrugada. El domingo, emulando a mi creador, descansé. Fue un fin de semana agradable y lleno de novedades para mi refugio de naúfrago.

Mientras espero a las fotos (mi cámara la había secuestrado Silvia para sacar fotos de su excursión de buceo a Boracay) hago una pequeña reflexión sobre el tema de hoy: el tiempo.

El 2 de Noviembre del 2000, un anónimo haciéndose llamar "Timetravel_0", y más tarde John Titor, empezó a publicar mensajes en un foro público solicitando uno de los primeros modelos de ordenador de IBM, por el que estaba dispuesto a pagar cifras desorbitadas. Cuando se le preguntó por su interés, contestó que lo necesitaba para el viaje temporal, pues era un viajero del tiempo procedente del año 2036. El 24 de Marzo del 2001 anunció su regreso al 2036. Desde entonces, nunca hemos vuelto a oir hablar de él. Las especulaciones e investigaciones continúan a día de hoy, y aunque sería fácil desechar esto como ciencia ficción, la mayoría de la gente que ha leído sus post dice que hay algo misterioso acerca de John Titor y las cosas que dijo. Además y aunque abierto a debate, hizo una serie de predicciones y comentarios que parecen haber resultado misteriosamente ciertos...

Probablemente se trate de un fraude, pero... ¿no sería genial que hubiera algo más allá de lo que nos muestran los sentidos? Si alguien se hizo pasar por un mensajero del futuro, ¿por qué lo hizo? ¿para divertirse? ¿para ilusionar a la gente?... de cualquier manera, este viajero de la red ha dejado a su paso angustia, frustación, enfado, miedo y esperanza, demostrando que la gente sigue perdida, al menos en nuestro tiempo, a pesar del reloj.

Desde Hong Kong, cuna de la
MÁQUINA
DE MATAR EL TIEMPO...

martes, octubre 05, 2004

Oriente queda más cerca...

...para los reyes magos. O al menos eso parece. Al final el ICEX ha dado su brazo a torcer y casi todos los becarios nos veremos las caras en el curso de Diciembre. La parte mala (o no-tan-buena) es que mi jefe, alias "Mr. Scrooge", aún no ha sido visitado por los tres fantasmas y tendré que pasar la nochevieja en Hong Kong. Pero ya he encontrado demasiados amargados en esta cárcel-ciudad de cristal y acero y me niego a ser uno más. Si finalmente tengo que quedarme, buscaré algún sitio exótico donde pasar la víspera de año nuevo y estoy seguro de que será una experiencia...

UN pequeño update: Al final me vuelvo el 2 de enero si Dios quiere... parece que el espíritu navideño inunda Hong Kong...

Hoy lo importante es que voy a poder, después de casi un año, volver a España, a Vizcaya, a Bilbao, a ver a mi familia y a todos mis amigos y pasar las Navidades junto a ellos... y es que, aunque yo no estuviera presente para verlo, el mundo, tal y como lo conocía, se ha movido. No para mejor ni para peor, pero de seguro es ahora diferente...

Por una vez levo anclas, no a la aventura, sino a un puerto conocido y añorado, pero lo hago con la misma ilusión que siempre, si no más. Por fin...

VUELVO A CASA...

jueves, septiembre 30, 2004

Doctor en Lamma...




Pues sí... la primera vez que los vi, yo también pensé que se trataba de una reposición de "Doctor en Alaska", pero como tenía que llamar por teléfono y llevaban tiempo sin moverse me acerqué con cautela sólo para comprobar que eran de cartón piedra. En fin... fue una pequeña decepción, pero ¡supongo que bastante fauna exótica puebla ya la isla!

Al margen de esto, una semana tranquila. Ayer fiesta nacional, el "Chinese Mid-Autumn Festival", y nosotros currando y sin aire acondicionado... ¡uf!¡qué calor! Menos mal que mañana sí tenemos fiesta y aprovecharé para visitar Shanghai, una de mis tareas pendientes, junto con Kathmandu (en cuanto las guerrillas abandonen el sitío :)

Hasta la vuelta, podéis ver las fotos de Cambodia, los templos de Angkor Wat, el monumento religioso más grande del planeta, que es lo poco que nos dió tiempo a ver en apenas dos días, pero el viaje valió la pena con creces. Para mí lo más impresionante que he visto en Asia. El templo de Ta Prom, que está siendo lentamente devorado por la selva es simplemente increíble. Eso sí, mucho madrugar para ver el amanecer, así que el domingo me pasé todo el día durmiendo... ^________^




Y este finde se nos casa Borja (a ver si puedo llamarte, pero por si aca... ¡¡¡FELICIDADES BORJATXU!!! ¿? ; ).. no sé por qué me da la impresión de que ...

"SÓLO PUEDE QUEDAR UNO"

^________^

miércoles, septiembre 22, 2004

Un paseo por el lado oscuro...

Bueno, parece que la página se va actualizando más o menos frecuentemente y se agradecen los comentarios, escasos pero jugosos ;)

Este fin de semana hemos estado en casa de Martin, "Le commandant", explorando nuestro lado más sensible. Como no, y gracias sobre todo a las maravillas del progreso y la tecnología, hay cientos de pruebas de tan vergonzosa noche. Creo que esto dice adios a cualquier idea que hubiera tenido de ser famoso y respetable (lo primero no me interesa demasiado, pero en cualquier caso dudo de que pueda combinarse con lo segundo)

Mi lado más sensible

Un reportaje más extenso de la noche aquí
( bajo su propia responsabilidad :)

Por lo demás, una nueva entrega de las aventuras del capitán Augustus en su punto de venta habitual, esta vez narrando el verano, que ha sido emocionante gracias a las visitas de bati y el gran blanco ^_________^

Pasado mañana levo anclas para Cambodia acompañado de Raquel para visitar los amaneceres y las puestas de sol de Ankor Watt. Seguiremos informando, como diría bati...

¡A la misma Bathora en el mismo Batcanal!

viernes, septiembre 17, 2004

Sexo, mentiras... y cachimbas

Las dos primeras definen bastante bien Hong Kong (o "La Isla del Dr. Moreau", como a mí me gusta llamarla cariñosamente), pero las últimas sólo las había encontrado hasta ahora en un bar marroquí y en otro egipcio.

Como soy curioso (de acuerdo, muy curioso :) por naturaleza me interesé por el funcionamiento de la shisha, narguile, hookah, cachimba o pipa de agua y a partir de la observación, acabé construyendo una propia al más puro estilo McGyver.

Aquí tenéis los resultados y un pequeño "how-to" para aquellos que se atrevan ;)


Mi casita de Lamma


Arriba a la izquierda tenemos un sencillo esquema de cómo funciona:
el humo entra por un tubo en la botella, se filtra por el agua y sale por el otro tubo.
Salvo por la entrada y la salida, la botella tiene que estar sellada al vacío...
En eso consiste todo.

Para ello yo he utilizado una botella, dos tubos de hierro vacíos que saqué de una percha y una lata de coca cola ajustada con un calcetín (¡¡OJO!!Limpio, que eso va a los pulmones ; )

En el primer tubo (
entrada) se puede acoplar un cigarrillo (a ser posible mágico : ) o construir un mini embudo sobre el que colocaremos tabaco aromático de sabores. Este se quemará sobre una pequeña rejilla (un filtro de ducha vale) y se cubrirá con papel de plata con agujeros para que pueda respirar pero el humo vaya hacia abajo. Además, sobre el papel de plata se coloca un carbón al rojo que se maneja con unas pinzas. Se puede calentar en el fogón de la cocina, porque a veces le cuesta prender.

En el segundo tubo(
salida) se puede acoplar una goma para que sea más cómodo, larga a ser posible para reuniones sociales, y se puede unir una boquilla al extremo de esta.


Las bases son fáciles, pero luego hay que darle estilo. Si alguno se anima que mande fotos. ¡¡¡Yo voy a "maquear" la mía!!! ^_________^


¡¡¡PEACE&LOVE&CACHIMBAS4THEPEOPLE!!!!


Mi casita de Lamma


miércoles, septiembre 15, 2004

Con lo bien que estaba en la camita... ^_______^

La verdad es que hoy NO es un buen día...

Me he levantado con una picadura de mosquito en el ojo de tamaño familiar... probablemente fue en realidad toda una familia de ellos remontándonos un par de generaciones...ayer no tenía móvil y tuve que hacer una llamada desde una cabina, donde fui atacado por hordas de mosquitos sedientos de sangre... es lo que tiene vivir en una isla tropical, pero esa es otra historia y será contada, no por ende sino por mí :) en otra ocasión...

Afortunadamente, no puedo ver demasiado bien lo feo que estoy (más que de costumbre). He venido al trabajo (este sumidero de ganas de hacer nada y energías positivas) para encontrarme a la más vaga de las secretarias gritando nosequé de educación (palabra que yo estaba convencido de que desconocía) y llamándome espasmódicamente con su mano izquierda (esa que tiene eternamente sumergida en el pozo sin fondo de galletas que le alimenta).

He acudido al socorro por dos motivos:
1. He pensado que si la mano de las galletas soltaba su presa tenía que ser algo importante
2. Sus movimientos espasmódicos acompañados de gritos incoherentes me hacían temer un ataque de epilepsia y ante todo me debo al juramento hipocrítico

...pero cuando he llegado (medio minuto después de que me llamara) ya no quería nada...

Por último, he recibido un correo del ICEX (
Instituto Español de Comercio Exterior), donde "trabajo", explicándome (realmente el correo no me lo han mandado ellos, sino que me he enterado por terceros) que puede ser que nos manden de vuelta a casa unos días por navidades para un curso (miedo me da pensarlo). En principio esto no estaba previsto, sino que teníamos que pasar 21 meses en destino (o hasta que la inflamación testicular a la que estamos sometidos adquiriera dimensiones de cojín y requiriera una intervención de emergencia) y yo hipotequé la mitad de mis vacaciones del año que viene (¡hasta 3 días!) y me compré un billete ya mismo porque en esas fechas Santa Culos tiene que repartir muchos regalos y estaba todo casi cogido...de modo que ahora tengo un problema. Las fechas de mi vuelo no son intercambiables... si finalmente tengo que volver a España, tendré que hablar seriamente con Becas acerca de fechas, precios y reembolsos...
En fin... con lo bien que estaba yo en la camita...

Thought of the day: PEACE&LOVE&EXPLOSION ATOMICA EN EL CISICRET (Centro de Implantación, Soporte Informático y Comunicaciones de la Red Externa y Territorial)




martes, septiembre 14, 2004

Lunes 14 de Septiembre del año de nuestro señor 2004

“ ... Llega el Otoño, todavía atrapado en el calor húmedo y asfixiante del clima tropical de estas tierras. El tiempo sigue conservando esa cualidad voluble que lo hace dilatarse hasta parecer estancado o comprimirse para que tres meses pasen en un sólo parpadeo. Observo entre sorprendido y divertido el volumen que ha adquirido mi diario, que en el año presente triplica ya al del pasado. Y aunque hace ya tiempo que no escribía nada, las experiencias siguen sucediéndose y la vida sigue prodigándonos sorpresas y aventuras.

Desde mi última anotación, muchas cosas han sucedido. Entre ellas, mi cambio de residencia y las visitas de mis camaradas vascones que se enfrentaron a tan larga y peliaguda travesía únicamente para volver a verme y que me trajeron el recuerdo de mi ciudad natal y tantas cosas que ahora tan lejos me quedan... y no me refiero al pacharán, exquisito licor que tanto echo de menos... aunque es algo que damos demasiadas veces por sentado, la amistad no tiene precio y, a pesar de sonar a tópico, resulta cierto que hace falta no tener algo para valorarlo de verdad...

Pero vamos por partes... cronológicamente...

En primer lugar, a mediados de Julio arribó a puerto mi amigo “Visitación”, de nombre vasco Iker, con el mismo anacrónico aspecto de gentleman inglés riéndose de una broma privada....

Pasó aquí tres semanas frenéticas que incluyeron, entre otras, miles de vueltas en las calles y callejuelas de Hong Kong, una mudanza, un viaje a Pekín (Beijing en China), la naturaleza de Guilin y Yangshuo y muchas noches en vela escuchando y contando historias a la luz de las velas y acompañados de las hierbas aromáticas que hasta aquí llegan traídas de Pakistán.

No hay tiempo ni espacio suficiente para recoger mis vivencias en este verano que siempre recordaré, pero, si tuviera que elegir algo, me quedo sin duda con los viajes que realicé acompañado de mis amigos...

Primero a Beijing, donde, tras no pocas peripecias, pudimos degustar el famoso pato pekinés y paseamos bajo la benévola mirada de Mao por la plaza de Tiananmen, la Puerta del Cielo y la mítica Ciudad Prohibida donde antaño la muerte esperaba a aquel que osara traspasar sus puertas. Pero sin duda, lo más increíble de este viaje fue la celebración a la que asistimos en la muralla china, un festejo que se prolongó durante toda la noche hasta que el amanecer nos sorprendió oteando el horizonte desde este impresionante monumento. No hay palabras para describir lo que sentí ni lo afortunado que soy por haber vivido ese momento...

Después visitamos Yangshuo, donde volví a recorrer el río Li y los pueblos perdidos de la mano de Dios, o al menos del nuestro, que rodean la zona. Esta vez visité además las terrazas de arroz de Longsheng que escalan la montaña para aprovechar todo el terreno cultivable, un paisaje que quita la respiración. Y conocimos también aquí a un Australiano de padres españoles, que abandonó el mundo que nosotros conocemos para cambiarlo por la vida en una pequeña aldea. Fue el contrapunto a la vida rápida y consumista de Beijing, un fin de semana para reencontrarse con la naturaleza y entregarse a la reflexión personal.

Entre tanto, Raquel recibió también la visita de su hermana y varias amigas con las que compartimos alegres veladas, y que no dejaron los corazones de los residentes hongkonitas, ni bilbaínos, me atrevería a decir, intactos.

En resumen, creo que no me equivoco si digo que Iker marchó de Hong Kong con un ligero sentimiento de tristeza por lo corto de su visita y la enormidad de todo lo que dejaba por ver, pero también con la sensación de haber aprendido mucho más de lo que sus ojos le habían mostrado y la alegría de habernos reencontrado, aunque hubiera sido por tan corto espacio de tiempo.

Casi sin pausa para volver a un ritmo normal, mucho menos para habituarme a mi nueva vida en la isla semidesierta a la que he trasladado mi residencia, recibí de nuevo otra visita, esta vez del Capitán Ignacio, por otras dos semanas. Aunque el plazo fue más corto, fue igualmente intenso. En el estrecho margen de tiempo de que disponíamos, visitamos Japón, Bangkok y casi todos los restaurantes de la isla de Hong Kong, además de compartir de nuevo veladas y viajes en barco, tristezas y alegrías, preocupaciones e ilusiones, juegos y de sueños...

En el país del Sol Naciente nos reunimos con el Capitán Iñigo que ahora se encuentra residiendo en esas tierras y disfrutamos juntos durante un periodo demasiado breve para el gusto de todos de la belleza de Kyoto, Osaka y Nara. Además, tuvimos la suerte de hacer coincidir nuestra visita con el O-bon, el festival de bienvenida a los ancestros, a los que hay que indicar el camino de regreso con fanales sobre sus tumbas. El cementerio de Kyoto de noche bajo una lluvia ligera es una imagen que quedó grabada con la misma intensidad en mi retina y mi corazón. Volver a pisar suelo nipón, los kimonos, el Japón feudal, los cerezos en flor...... y todo ello en compañía de mis amigos... realmente ha sido un verano increíble.

Aunque durante su estancia en Hong Kong mi amigo Ignacio estuvo más ocupado con labores comerciales y no tuvo tanto tiempo para dedicarse al turismo, tuvimos ocasión para organizar una pequeña excursión de fin de semana a Bangkok. Fue una sensación extraña la de volver a recorrer los mismos sitios, esta vez sin Inma. A veces cuesta dejar atrás lo que tan preciado nos ha sido, pero de otro modo no podemos avanzar hacia donde sea que lo hacemos. En fin... la ciudad nos recibió con la misma mezcla de olores, calor extremo y miseria mezclada a partes iguales con colores vivos, estrépito y voces de alegría. Pasamos dos días lluviosos entre sus tenderetes, sus casas de masaje y sus templos budistas. Visite a mi compañero archivador en estas tierras en una fiesta en la que la mayoría de los hombres no eran tales, si se entiende lo que quiero decir, pero que resultó entretenida de cualquier modo. Y así, casi sin darnos cuenta, llegó de nuevo el día de la partida.

El capitán Ignacio regresó a su propio puerto, y a su propia dama, marcando el fin del verano y dejándome sumido en un mar de sentimientos encontrados, a medio camino entre la alegría del reencuentro, del que tan necesitado estaba, y la melancolía del temprano desencuentro y el comienzo de un Otoño donde ésta resulta fuera de lugar.

Antes de cerrar de nuevo las páginas de mi diario, quién sabe hasta cuándo, quiero dedicar unas líneas a mi nueva residencia, la mayor novedad en estos días extraños. Cansado de las grandes urbes y del ambiente viciado y enrarecido de Hong Kong, decidí mudarme a una pequeña isla semidesierta, de nombre Lamma, donde los vehículos están prohibidos, a excepción de un puñado de ellos que los isleños utilizan para sus labores, las casas no se elevan más de tres alturas y la comunicación con Hong Kong está restringida a los navíos oficiales que durante el día conectan ambas islas y a los sampanes o barcos locales que durante la noche se pueden contratar una vez el servicio oficial ha finalizado. La isla está plagada de tabernas y restaurantes, amén de personajes singulares y característicos entre los que me encuentro mucho más a gusto que en Hong Kong. La gente es más abierta y despreocupada y vivo en medio de una pequeña selva tropical, entre arañas gigantes, serpientes y bestias varias. Creo que, aquí, al otro lado del mundo, este pirata de vocación ha encontrado su propia isla Tortuga...

Hago también una breve anotación sobre mi vigésimo octavo cumpleaños, celebrado hace poco en Lamma entre risas y música, hierbas aromáticas y una queimada con conxuro incluido y, como no, amigos... y por descontado, la dama Raquel, que a pesar de haber estado ocupada con visitas de amigos, familiares y más amigos, siempre encuentra tiempo para hacer con su sonrisa que Hong Kong sea un poco más agradable y no tan inhóspito...

Mi último pensamiento en el día de hoy es pues para todos aquellos que hacen que el viaje valga la pena, los que están aquí a mi lado y los que ahora me quedan un poco más lejos en el orbe, pero igualmente cerca en mi corazón. A todos vosotros, gracias...”

Capitán de goleta Augustus Lucero

jueves, septiembre 09, 2004

Levando Anclas

Parece que por fin las mareas son propicias para empezar a navegar. Tomando ejemplo de mi amigo saltodemata, un bandido urbano (pero un bandido la mar de simpático, eso sí :), he decidido utilizar el blog combinado con mi página web para mantener a mis amigos, fans, y también, por qué no, a mis enemigos (todo héroe que se precie tiene su némesis... es un gran villano lo que hace grande a su contrapartida) informados de mis últimas andanzas y hazañas (éstas, desgraciadamente, las menos :)

En fin, para empezar, inauguro el log con una de las citas que más me han gustado de entre las perlas de filosofía que nos regalan las pizarras del pacific Coffee (esos "Iced Cappuccino" no son de este mundo :)

"I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched C-Beams glitter in the dark near the Tannhauser Gate. All those moments will be lost in time, like tears in rain. Time to die." BladeRunner.

(Vale, ésta es la mía, no es la del Pacific Coffee, pero me encanta... ¿qué pasa?)


* * *

miércoles, julio 28, 2004

Lunes 28 de Julio del año de nuestro señor 2004

“ ... Lunes por la mañana. Miro aburrido por la ventana y suspiro largamente calculando el tiempo que falta para la hora de salida. Cumplidas las principales tareas de mi trabajo, saco la pluma y el tintero y me siento a escribir. Una vez más me enfrento a las páginas vacías de mi diario, pendientes aún de relatar mayores aventuras, pero queriendo hacer un inciso para recoger las memorias del fin de semana, que, aunque lo pasé varado en tierra, fue digno de recordar.

El Viernes, después de abandonar la oficina, me junté con mis compañeros Gonzalo y Raquel, que ya me han acompañado en anteriores ocasiones en estas páginas, para dirigirnos hacia Kowloon, en Tsim Sha Tsui. Una vez allí y después de llegar tarde como la tradición española impone, nos reunimos con Angel, una simpática china amiga de Gonzalo. Nos había citado en un local turco donde exóticas bailarinas debían representar la danza del vientre y se encontraba sentada en una mesa con bastantes amigos de diferentes nacionalidades con los que pronto trabamos amistad y con los que debatimos en animada camaradería. Lamentablemente, y como no puede ser de otro modo, la comunidad española estaba representada en gran número en el local, pero mantuvimos la distancia intentando ampliar nuestro círculo de amistades...

Por otro lado, debo confesar que, si bien no me disgustó, la representación no fue excesivamente glamourosa. Lo que de sensual y pasional tenía la segunda bailarina, lo tenía la anterior de habilidosa y tradicional, careciendo ambas de cualidades básicas en la ejecución de la anunciada danza. Así, la primera con sus sinuosas evoluciones me recordó mis tiempos mozos a bordo de un ballenero noruego, mientras que la posterior hizo subir la temperatura del local con un bello cuerpo que balanceaba con movimientos extremadamente descarados pero que poca relación tenían con la danza del vientre al margen de su provocativa indumentaria.

De todos modos, la velada fue divertida y acabamos compartiendo un narguile con los oficiales de comercio Fernando y Jose, el mercante sevillano, para después rematar la noche bailando en un tugurio lleno de extranjeros.

La mañana del sábado fue dura y llegué tarde a mis estudios de japonés. Mi visión borrosa y las extrañas letras orientales representaron todo un desafío para mi intelecto, de modo que cuando llegué a mi casa hacia mediodía caí en la cama en un profundo sueño que duró hasta bien entrada la tarde. Me desperté para cenar con la dama Raquel, y luego nos dedicamos a envolver los regalos para el cumpleaños del caballero Rafael, que celebraba con tal motivo una fiesta en su casa esa noche.

Si la mañana había sido dura, la noche lo fue aún más. El alcohol y las hierbas aromáticas nos acompañaron durante toda la velada, en un espacio a todas luces demasiado pequeño para el gentío que allí se acumulaba. Fue una celebración animada, digna de una reunión de oficiales de barco, que compartí con tantos compañeros...

Aunque eché de menos a la dama Silvia, que este fin de semana se encontraba atareada en ciertos asuntos que venían preocupándole ya un tiempo y que se recluyó en su casa de donde no puede rescatarla, conté con muchos otros amigos... con Raquel, con Gonzalo, con Rafa, con Alberto, con Pablito, como no puedo dejar de llamarle cariñosamente... y tantos otros. Incluso con Paco, aunque hubo de abandonar la fiesta precipitada y anticipadamente después de participar en el “Shot Contest”. Yo también tomé parte, pero decidí retirarme después de dos vasos de vodka y antes de dejar al “Comandante” Martín, con la cara inflada por efecto del alcohol como si hubiera sido atacado por un panal de avispas, y al generalísimo Paco, honrando los galones, debatiendo quién era el campeón. En fin, creo que España dejó el pabellón bien alto y, aunque los primeros tragos entraron muy bien, el último debía estar en mal estado porque le sentó al oficial como un cañonazo en la baja ingle. Después de recomponerse y adecentarse un poco, acompañe a mi amigo a la calle donde busqué un transporte que dejara al triunfador en su casa para caer rendido sobre las sábanas y dormir hasta tarde el día siguiente.

<>De cualquier modo, hay que reseñar que en la fiesta hubo más de un triunfador. Particularmente, el caballero Jose secuestró a una dama china con sus modales zalameros y la encerró en una de las habitaciones de la casa, de donde no la dejó salir hasta haberle mostrado la colección de sellos completa que Rafa guardaba en ella. Al menos, creo que esa fue la excusa, nada original, por cierto, que el sevillano empleó para justificar su bochornosa conducta.

<>La noche pasó pues rápidamente, debidamente regada y aromatizada, departiendo con franceses, vietnamitas, filipinos y demás amigos de todas las nacionalidades. Me repartí solemnemente con Pablo los placeres de la noche, dejándome él a mí las hierbas mágicas para dedicarse enteramente a las damas de la fiesta, que yo le cedí encantado, y se pusó presto a la tarea, enardecido por la cerveza que trasegaba sin parar.

El único detalle que nubló un poco la noche fue la dama catalana que trabaja conmigo en la oficina comercial. No le dedicaré aquí más de un par de líneas porque creo que no merece la pena, pero sus siempre interesadas apariciones y atenciones me hicieron contener un juramento en más de una ocasión, y si no fuera por el protocolo, por la paz mundial y porque, al margen de que muchos detalles lo desmientan, se le supone una señorita, es posible que la noche hubiera acabado en trifulca, pero preferí disfrutar del ambiente y permitir que Pablo diera buena cuenta de las botellas de cerveza en lugar de estrellarlas en la cabeza de la susodicha, como me vi tentado de hacer en algún momento.

Por último, debo reseñar que el tono de la fiesta fue bastante subido y el amor (tal vez sea una descripción demasiado romántica de lo sucedido en aquella noche, pero no puedo evitar una pequeña licencia literaria), en sus múltiples facetas campó a sus anchas por Hong Kong, siendo los españoles los principales protagonistas de la noche. Yo mismo debo confesar, a pesar de haber ido acompañado, haber sido objeto de atenciones y piropos, por otra parte ni solicitados ni deseados. Y si entramos en confesiones, debo decir que no me sentí del todo cómodo en tal situación, puesto que mi pretendiente era un artista con más pluma que un pollo, mitad italiano, mitad argentino, de nombre Martino. El hombre era simpático, he de admitir, pero me vi obligado a declinar sus amables ofrecimientos con una forzada sonrisa.

En fin, y así, entre risas y más, llegó la hora de abandonar la fiesta, una celebración como no se había visto en mucho tiempo. Yo me retiré a descansar después de acompañar a la dama Raquel a casa, pero otros continuaron la velada en algunos antros de la noche hongkonesa, donde, amparados por la oscuridad, se dedicaron a la caza de presas fáciles, pues es bien sabido que a esas horas los animales están perdidos y extenuados, y si no se es muy quisquilloso, mucho se tienen que torcer las cosas para volver con las manos vacías...

El Domingo por último fue más relajado. Me desperté tarde y el día estaba lluvioso y gris, invitando al refugio y al descanso. Pasé la tarde con mis amigos chinos, quedé para cenar con la señorita raquel y fui temprano a la cama, agotado tras el intenso fin de semana.

El tiempo sigue pasando con rapidez. Casi parece que fue ayer cuando arribaba a las costas de Asia y sin embargo ya han pasado cinco meses... y ya está fechado para dentro de dos semanas mi primer viaje a Japón, donde he de reunirme con el capitán de navío Iñigo. ¡No puedo esperar a volver a pisar suelo nipón! Pero eso será otra aventura que será narrada en otra ocasión. Hasta entonces, tan sólo espero que los vientos nos sean propicios y vengan cargados de buenos presagios.”

Capitán de goleta Augustus Lucero

viernes, mayo 14, 2004

Día 14 del quinto mes del año de nuestro señor Jesucristo 2004.

“Es éste sin duda el viaje más interesante de los que he emprendido desde mi llegada a Hong Kong. Y sin embargo, soy incapaz de plasmarlo en las páginas de mi diario. Paso las hojas sin decidirme a escribir. Releo todo lo que llevo escrito desde que comencé este cuaderno y me parece que hay más de una vida encerrada en él. Miro por la ventana y los edificios que me rodean resultan tan anacrónicos comparados con mis memorias de Vietnam...

Partimos un Sábado, día tercero del cuarto mes, muy temprano por la mañana. Mi compañero de viaje, un caballero español que trabaja en Hong Kong en el sector mercantil de nombre Pablo Jimenez Espín, yo mismo y una joven dama española, Raquel, que nos acompañó a puerto para coger su propio navío rumbo a Taipei, aunque luego habría de reunirse con nosotros en Vietnam. Supongo que debo hacer aquí un pequeño inciso para aclarar algunas cosas. La citada señorita, que hizo ya una breve aparición entre las páginas de mi diario en mis crónicas de la expedición a China, trabaja, como no, como oficial comercial, en este caso para una institución que la capital española mantiene en estas lejanas tierras. Supongo que antes no me había atrevido a dedicarle un espacio en mi cuaderno por la inestabilidad de mis sentimientos en estos tiempos azarosos que vivo, pero a estas alturas, aunque mi rumbo y mi destino sean igual de inescrutables, no puedo menos que admitir que en estos meses en Asia ha llegado a ser para mí algo más que una amiga y que mi estancia en Hong Kong no habría sido lo mismo sin ella.

En fin, dejando a un lado mi siempre problemática vida amorosa y volviendo a la historia que nos ocupa... arribamos a Saigon, la antigua capital en el sur del país, el mismo sábado por la mañana. Nos instalamos en la posada que previamente habíamos reservado y visitamos las pagodas de Ho Chi Minh City, como ahora se llama la ciudad, aunque debo reconocer que no eran especialmente hermosas. Nuestro siguiente destino fue Phan Ngu Lao, la zona donde se reúnen todos los aventureros de paso por el lugar. Allí degustamos las especialidades de Hue y no tardamos en ser abordados por locales tratando de vendernos mercancías de extraperlo, incluyendo detallados mapas del país y hierbas aromáticas que adquirimos a un precio irrisorio.

Después de comer alquilamos unos transportes locales, unos velocípedos a motor que me recordaban mis peores noches de tormenta en alta mar, un invento del diablo realmente difícil de manejar (son necesarias las manos y los pies, que tienen que coordinarse sin descuidar la atención del camino que se recorre), y, después de un corto tiempo de aprendizaje, e incluso algún percance que no pasó de un ligero susto, nos enfrentamos a la locura y al caos de las calles para perdernos entre miles de transportes como los nuestros, que se apretaban en un río formado por personas, máquinas, polvo de carretera y humo.

Dos días más pasamos en la ciudad, donde visitamos el museo con los horrores de la guerra recogidos como testimonio de los errores humanos y como aviso y lección para el futuro, el palacio de la reunificación y los suburbios. Vivimos noches locas en Phan Ngu Lao y en el “Apocalypse Now” e incluso hicimos una corta excursión a los pueblos en el delta del Mekong. Allí navegamos sus canales entre las islas nombradas como los animales sagrados del país: Dragón, Tortuga, Unicornio y Fénix., y también allí, trabamos amistad con dos muchachas japonesas de la edad de nuestras madres que allí se encontraban de visita y que nos invitaron a probar el delicioso pez elefante.

Fue ésta la parte más auténtica del viaje, y aún eché de menos visitar los estrechos túneles subterráneos plagados de trampas que los guerreros vietnamitas habitaban en tiempos de guerra y los templos caodai que había en la zona, una religión fruto de una extraña amalgama de creencias, pero el tiempo de que disponíamos era limitado...

Es difícil ofrecer una imagen clara de Saigon. En mi memoria se presenta como un collage de imágenes: el tráfico caótico, las aglomeraciones de personas, los caminos de tierra, los edificios, bajos y descuidados, el vino de Dalat y la magnífica comida, el licor de serpiente, la miseria y la inocupación de sus habitantes, el barrio chino, un hombre tratando de vendernos un par de zapatos a las dos de la madrugada... y el calor omnipresente que nos acompañó durante todo el tiempo que duró el viaje... supongo que resulta tan confuso en mis recuerdos como lo fue para mí en carne y hueso...

Después continuamos nuestro viaje hacia Nha Trang, en la costa, donde dejamos a un lado la parte más cultural del viaje para descansar en sus largas playas de nuestra ajetreada vida en Hong Kong. Las peripecias que allí ocurrieron siempre me obligan a sonreír con un deje de incredulidad.

La primera sorpresa fue descubrir que el alojamiento que habíamos reservado se hallaba en una isla bien alejada del pueblo, donde sólo podíamos acceder mediante un navío privado que circulaba a ciertas horas de la noche. Una vez solventadas todas estas cuestiones, arribamos por fin a la ciudad, nos bañamos en la playa, aunque no estaba excesivamente limpia, y luego fuimos a visitar un templo donde mantuvimos una animada aunque limitada, por los problemas de comunicación que el idioma presentaba, conversación con unos monjes budistas y con una joven pilluela que conocía al menos veinte idiomas diferentes en los que decir “Te quiero” y que nos sacó unos dongs a fuerza de picardía.

Pero sin duda, aunque los días en Nha Thrang fueron intensos, más aún lo fueron las noches. El Lunes fuimos a cenar a una marisquería donde degustamos una comida exquisita regada con un vino mejor aún. Con la panza llena y sin ánimos para movernos demasiado, nos acercamos al bar que quedaba justo al lado del restaurante, el “Loco kim”, que aparecía recomendado en nuestra guía. Siguiendo las recomendaciones de nuestro libro de ruta, ceñimos nuestro menú a los “Cubos Kim”, rellenos de una inidentificable pero interesante mezcla de licores que anunciaba una noche prometedora. Nada más salir del bar, a la hora de cierre, fuimos asaltados por dos simpáticos locales que nos ofrecieron transporte, más hierbas aromáticas y mujeres. Aunque declinamos amablemente la última oferta, tomamos buena cuenta de las dos primeras, y entre risas y en un ambiente de camaradería, nos acercaron hasta el “Club marítimo”, que es donde todo el mundo acaba cuando el resto de los bares apaga sus luces.

Una vez allí nos encontramos con otro grupo de españoles que realizaban el mismo itinerario que nosotros, pero que habían organizado un viaje mucho más glamuroso y se hospedaban en lujosos hoteles y evitaban los tugurios y los antros que nosotros frecuentábamos y donde tan a nuestras anchas nos sentíamos. Además, se trataba de parejitas, y es por todos conocida la alergia que ese tipo de eventos me produce... Pero, en fin, el sitio era agradable y estaba conveniente situado junto a la playa, donde fui a sentarme a meditar. Es curioso, pensé mirando al cielo y disfrutando de una larga calada de mi pipa, que aquí se vean las estrellas. Acostumbrado a las siempre artificialmente iluminadas noches de Hong Kong, donde el cielo es tan sólo una bóveda grisácea, uno aprecia el aire libre, el espacio y la brisa marítima.

El momento se vio roto por una nativa que vio en mi persona una víctima propiciatoria de sus inequívocas intenciones, pero decline cortésmente sus atenciones y volví con el grupo de españoles para recoger a mi compañero y emprender el viaje de regreso a la posada, ya a altas horas de la madrugada. En el embarcadero, esperando al navío que nos llevaría de vuelta a la isla donde debíamos pernoctar, encontramos una hoguera alrededor la cuál se apelotonaban un grupo de vietnamitas departiendo en alegre alboroto. Cuando nos acercamos curiosos, en seguida quisieron que nos sentáramos con ellos, nos ofrecieron un licor de sabor sospechosamente parecido a la lejía y las muchachas de la fiesta tiraron de nosotros hacia el fuego. Afortunadamente, logré imponer el sentido común y arrastré a Pablo, que ya estaba dando buena cuenta de su segundo vaso, de vuelta al muelle, puesto que llevábamos con nosotros documentos importantes y dinero, que para aquellas gentes que viven en la pobreza supone siempre una tentación. Nos prometimos volver en otra ocasión desprovistos de cualquier artículo de valor para compartir una velada con aquellas simpáticas gentes, pero al final no pudimos cumplir con nuestras intenciones.

Al día siguiente nos hicimos con unos transportes y fuimos en busca de las ruinas Cham y las cataratas de BaHo. Acompañados de Paco, uno de los españoles y su guía recorrimos los caminos al borde del mar y entre los campos de arroz, visitamos los templos de Nha Thrang, escuchamos las leyendas locales y nos bañamos en las cascadas de la jungla. Fue una excursión increíble que nos alejó de la ciudad y nos perdió en las maravillas que esconde la naturaleza de Vietnam. En realidad, cuando utilizó la expresión “nos perdió”, debería hacerlo literalmente, puesto que en algún momento y sin darme cuenta, después de pararme a observar el paisaje, me vi separado del grupo y elegí otro camino que me llevó de vuelta a la ciudad después de muchos rodeos y peripecias varias.

El último día que pasamos en Nha Thrang contratamos un viaje en barco por las islas con Mamá Hahn, una nativa famosa por su afición a la marihuana y lo divertido de las excursiones que organiza. Parece que actualmente Mamá Hahn, de avanzada edad, está retirada del servicio activo por problemas con las autoridades, en paradero desconocido. No se descarta que esté en la cárcel, de dónde ha entrado y salido infinidad de ocasiones, o incluso fallecida, pero en cualquier caso, su compañía sigue organizando tours... el viaje comenzó temprano y fue muy completo. A bordo del barco y acompañados de la animada tripulación comimos, cantamos, asistimos a un espectáculo musical e incluso saltamos con unos flotadores a beber el vino de Dalat en el mar. Complementamos la excursión con una inmersión para bucear en los multicolores corales de las islas, un somero descanso en las playas de arena blanca y una visita a uno de los simpáticos pueblos de pescadores que puntean la costa. Una jornada revivificante, como siempre que encuentro el mar cerca...

Por último, hay que señalar que trabamos amistad en el viaje con otros aventureros que como nosotros se encontraban de paso por el país. Esto resulta curioso ya que coincidimos con uno de ellos por la noche. Una fuerte nativa australiana que, al calor de la amistad y tras un par de cubos del “loco Kim”, nos contó la triste historia de su vida, cómo su marido le había engañado con su mejor amiga y cómo había buscado en este viaje una manera de encontrarse a sí misma, sólo para verse de nuevo rechazada por un joven noruego que podría haber sido su hijo. He de confesar que su triste relato no coincidía demasiado con el humor del público, que, después de haber compartido los mismos cubos encontraba la historia bastante más divertida que su protagonista y se lamentaba sin embargo de sus escasos días de vacaciones. De todos modos, la noche fue animada y Pablito estuvo a punto de acabar en brazos de la mujerona, que se ofreció a enseñarle a fumar hierbas aromáticas echándole el humo en la boca. Afortunadamente, en ese mismo momento llegamos al club marítimo y la proposición cayó en saco roto.

Los últimos cuatro días de la expedición los pasamos en Hanoi, donde nos encontramos con Raquel en el hostal que para nosotros había reservado en la parte vieja de la ciudad. Hanoi resulta tanto más civilizada en cuanto se la compara con Saigon. Pasear por la ciudad resulta agradable, especialmente por la parte antigua, y la oferta cultural y de entretenimiento es mucho más amplia. Los templos resultan mucho más atractivos y la ciudad está más cuidada. El arte es una de las mayores riquezas de Vietnam y adquirimos gran cantidad de recuerdos de bella factura a precios irrisorios. De noche, nos encontramos también aquí con otros oficiales comerciales españoles ubicados en Taipei, Yago y Oscar, que se hallaban de vacaciones y compartimos la mesa y la diversión. En esos días, visitamos el impresionante mausoleo de Ho Chi Minh que guarda los restos del venerado caudillo, disfrutamos de la comida y la bebida vietnamita, de la hospitalidad de esas gentes y de una agradable excursión a las “Pagodas Perfumadas”. Es un viaje obligatorio para los locales, en peregrinación para solicitar los favores de los dioses, y el sitio se llama así por el agradable olor que exhalaban antiguamente las flores de loto que poblaban el río.

Fueron unos días más tranquilos pero muy agradables, especialmente para mi compañero de viaje que, animado por los licores del lugar y, tal como había sido pronosticado por el Jack de corazones que encontramos abandonado en el suelo en uno de nuestros paseos, se dio valor para presentarse a una dama francesa residente en la ciudad con quién trabó amistad y que hizo para él de guía turística de la ciudad de día .... dejaré las noches de mi amigo para su intimidad y me limitaré a recoger mis propias aventuras.

Por último, debo reseñar que en el viaje de regreso, que por problemas de logística hube de hacer en solitario, encontré mi navío excesivamente cargado y la compañía comercial que lo regentaba pospuso mi vuelta no sin antes compensarme generosamente y permitirme unas últimas horas para pasear por la ciudad.

En el norte de Vietnam, dejamos pendiente el viaje a Sapa, en las montañas, donde la mala comunicación conserva aún cierta autenticidad en las minorías étnicas que las pueblan y la excursión a Halong Bay, un paisaje marítimo de ensueño, que para mí habrían resultado tal vez más apetecibles que otras actividades, pero mis compañeros prefirieron un viaje más relajado y estuve de acuerdo en guardar esos destinos para futuras incursiones en suelo vietnamita.

Fueron unas vacaciones increíbles, tanto por las experiencias vividas como por los parajes visitados, pero ante todo, por la compañía, pues aunque mi intención al venir aquí fue desde un principio descubrir Oriente, y, sobre todo, Japón, siempre he defendido que lo más importante es la tripulación que me acompañe, más que el destino, y en esta ocasión, ni siquiera los tifones que asolan Hong Kong en ocasiones habrían podido arruinar la travesía. Sin duda, es la gente el mayor tesoro que he encontrado en Asia...

Me reclino y exhalo un largo suspiro. Descanso por fin, concluída la narración de mis aventuras en Vietnam. Y a pesar de ser de las más extensas, no consigo reflejar apenas la décima parte de lo vivido allí. Tampoco es necesario. El sol todavía está alto en el horizonte y decido dar un paseo por Hong Kong antes de la caída de la noche. Me apetece andar sin rumbo y reflexionar sobre algunas cuestiones que ocupan mi mente... pero eso deberá esperar otra ocasión para ser narrado. Por hoy, guardo la pluma con cariño y cierro el libro con una sonrisa, preguntándome qué será lo próximo que ocupe sus páginas en blanco...”

Capitán de goleta Augustus Lucero.

miércoles, marzo 17, 2004

Segundo fin de semana del mes de Marzo. Anno Domini 2004.

“Atrapado en la vorágine de la vida hongkonita, los acontecimientos no narrados se acumulan sin tiempo para registrarlos ni meditar sobre ellos. Ahora, aprovechando una pausa en las horas de labor, que últimamente resulta muy ajetreado, hago memoria de los hechos acaecidos en el segundo fin de semana del mes de Marzo del año presente.

Anteriormente, uno de mis compañeros de la Oficina Comercial que España mantiene en estas tierras paganas, el mercante Gonzalo de Suarez, recibió la visita de un amigo español. Era tal el caballero Fernando Nicolás, más conocido entre sus amistades como “abuelo”, un hombre de maneras cuidadas y habla pausada, de carácter alegre y despreocupado, que se hizo pronto un hueco entre nosotros con su simpatía natural.

Ya el miércoles tuvimos una pista de lo que el fin de semana nos deparaba. En una de nuestras partidas de exploración, acabamos en el hipódromo de Hong Kong. Es un edificio impresionante. Terrazas y más terrazas se elevan hasta donde alcanza la vista repletas de apostantes con el corazón en vilo. Comedores de lujo y salas privadas con privilegiadas vistas a las pistas de carreras. Las ventanillas de las apuestas en un constante movimiento, con los billetes cambiando de mano sin pausa. Los rostros crispados y los gritos de ánimo y desesperación cuando los caballos enfilaban la recta final. Los suelos alfombrados de papeletas con apuestas poco afortunadas...

Nosotros mismos tentamos la suerte en una o dos ocasiones sin tener demasiada idea, apostando por algunos de los caballos con los nombres más prometedores, como “Dinero rápido” o “Guerrero Celestial”. Debo admitir que mis bolsillos no volvieron más llenos de lo que habían ido, pero también es cierto que la diosa fortuna me sonrió más de una vez en el transcurso de la noche, y medité si tal vez las desventuras amorosas que me habían sido pronosticadas no vendrían acompañadas de cierta fortuna en el juego...

En fin, la semana pasó sin más incidentes, hasta que el viernes decidimos realizar una expedición relámpago a Macau, antigua colonia portuguesa, la ciudad del vicio y la perdición. Al final surgieron complicaciones en el trabajo que nos hicieron retrasarnos y aunque estuvimos a punto de perder el pasaje, embarcamos a última hora de la noche en el navío que había de conducirnos a destino. Se trataba de un grupo reducido: los caballeros Fernando y Gonzalo, acompañados de mí mismo para encontrarnos allí con otro comerciante español amigo de Gonzalo, Javier Arias, que se encontraba desplazado de Pekín en misión de negocios en Cantón. La consigna de la misión fue “Lo que pasa en Macau queda en Macau”, pero como finalmente no pasó nada que deba ocultarse, he decidido recoger en estas páginas lo sucedido durante nuestros días allí.

Nos reunimos pues con Javier a los piés de la fachada de la iglesia de San Pablo, y ante sus ruinas tenue y románticamente iluminadas, solicitamos la bendición del santo para nuestra estancia en la isla. Hicimos las presentaciones de rigor y buscamos una posada donde hospedarnos. Debo reseñar que mis someros conocimientos de cantonés y el inglés colonial que el caballero Fernando había perfeccionado en sus breves días de estancia en Hong Kong nos fueron de inestimable ayuda a la hora de movernos por la isla.

Lo primero que hicimos fue buscar un sitio para cenar. Era tarde y el único sitio que encontramos abierto fue “O’Porto”, un excelente restaurante de comida portuguesa, como la mayoría de los de la isla. Habituados a la comida china, nuestros paladares agradecieron el reencuentro con la cocina tradicional. Regado todo con un excelente vino rosado, degustamos con tranquilidad y con gran placer el marisco local y la jugosa carne exquisitamente preparada.

Una vez acabada la cena, nos acercamos al centro y nuestros pasos nos llevaron a los locales donde se desarrolla la actividad que tan famoso hace a Macau aparte de la colección de prostitutas eslavas que saturan las calles de la ciudad: los casinos. Nosotros elegimos el Lisboa, un edificio ostentosamente decorado por fuera que escondía el sórdido ambiente que encontramos dentro, algo a medio camino entre los lujosos locales donde había que entrar con traje de gala, muy por encima de nuestro presupuesto, y los garitos ilegales escondidos en oscuros callejones donde el filo de las navajas es a veces el único brillo que puede verse en la noche.

El casino era un antro de perdición y no pretendía ocultarlo. El ambiente era sofocante, con un sistema de ventilación muy rudimentario que no conseguía ahuyentar el calor ni desalojar el perenne humo de los cigarrillos y cigarros que llenaba el local, sino que lo hacía circular en extrañas formas y dibujos. En los diferentes pisos se distribuían las mesas atestadas de jugadores, espectadores morbosos y señoritas de dudosa reputación que se acercaban a los ganadores contoneándose exageradamente... aunque tal vez sería mejor decir señoritas de reputación infame, porque poco lugar cabía para la duda. En cualquier caso, la tensión era palpable y se podría haber cortado con un cuchillo. El olor a sudor humano, a nerviosismo, a ansiedad, se mezclaba con las sonrisas de triunfo y el sabor amargo de la derrota a partes nada iguales, decantándose claramente por lo último, en concordancia con la siniestra atmósfera reinante.

Paseamos entre las mesas observando hasta que estuvimos preparados. Me sentí tentado por una mano de Black Jack, pero finalmente nos decantamos por la ruleta. La apuesta mínima era muy elevada, así que decidimos jugar juntos. Saqué el parche de la suerte de mi bolsillo y acariciándolo suavemente, lo ajusté sobre mi ojo derecho antes de inclinarme sobre la mesa de juego con las fichas acomodadas en mi mano. Realmente parecíamos una banda de piratas dispuestos al abordaje.

Repartimos nuestras apuestas. En un principio tratamos de hacerlo fácil, apostando a color, pero la primera jugada fue decepcionante. Apostamos la mitad de nuestros doblones al rojo y contuvimos la respiración cruzando los dedos. Exhalamos un suspiro de decepción cuando salió el cero y el encargado de la ruleta se llevó todas las fichas repartidas sobre la mesa indolentemente. La siguiente apuesta podría haber sido la última, pero esta vez el color negro no nos defraudó. Ah, el dulce sabor de la victoria... Continuamos jugando y llevados de la intuición nuestros beneficios fueron creciendo lenta pero constantemente, lo justo para formar una pila de un tamaño interesante. Finalmente, decidimos arriesgarnos y probar con los números, en una sola apuesta, a una sola carta. Nerviosamente nuestra mirada recorría la mesa mientras el encargado preparaba la bolita para rodar. Cambié mi parche de ojo y con la parte siniestra de mi visión obstruída, recorrí la parte del tapete que aún me era visible. Cogí la mitad de nuestros beneficios, que para entonces constituían un montón nada despreciable y los planté en la parte media de los números. Javier cogió el resto y los colocó en un grupo de seis números al azar. Ninguno de nosotros dijo nada. Simplemente miramos la rueda expectantes. “Lo vi, simplemente lo vi” nos diría “abuelo” más tarde, cuando salimos del casino. En ese momento el encargado dijo con voz átona “No va más” e hizo girar la bola, primero entre sus dedos y luego en el exterior de la ruleta. Nos inclinamos sobre el borde de la mesa y aguardamos a que la rueda fuera perdiendo velocidad. Un grito de euforia procedente de nuestras gargantas sacudió la mesa cuando la bola se detuvo. Probablemente una cantidad irrisoria para muchos de los habituales del casino, que derrochaban su dinero indiferentemente, sin alterar el gesto ante sus victorias o derrotas, pero una alegría inesperada para nosotros, que con los doblones ganados pudimos costearnos la expedición sin cargo alguno. Recogimos nuestras ganancias y salimos de allí cantando y bailando en un ambiente de camaradería, antes de que la codicia nos perdiera.

La noche nos recibió con un sopo de aire fresco. Envueltos aún en una nube de autocomplacencia recorrimos las calles de la ciudad, todavía iluminadas y repletas de vida y de prostitutas rusas, haciendo honor a la fama del lugar, y paramos en las agradables terrazas situadas a la orilla del mar para celebrar nuestra victoria con más de un brindis antes de retirarnos a dormir tarde con la adrenalina aún circulando por nuestras venas.

Nos levantamos también tarde y dimos un paseo por la ciudad. Macau resulta agradable y bien diferente del ambiente opresivo de Hong Kong. Las casas son bajas y aunque gran parte de la ciudad presenta una extraña fusión resultante de la modernidad sustituyendo las partes más antiguas, se conservan bastantes edificios de estilo clásico. El único problema que presenta la ciudad, como suele suceder a menudo en Asia, es la falta de higiene, y la mayoría de las casas están sucias y remendadas con tejabanas provisionales y parches aquí y allá, pero sus callejuelas resultan simpáticas y las recorrimos tranquila y alegremente.

Nuestras últimas horas en Macau las dedicamos pues a perdernos en sus estrechas y caóticas avenidas, ver las fortalezas y los edificios del tiempo del dominio portugués que aún se conservan y luego fuimos a un conocido restaurante situado en la playa de una de las islas del sur, “casa Fernando”, donde dimos buena cuenta del vino y las delicias portuguesas antes de embarcar de vuelta a Hong Kong.

Fueron pues dos días muy interesantes que recuerdo con simpatía, tanto por la diversión, como por la compañía, que espero volver a reunir algún día para otras expediciones, pues siempre es grato contar con amigos al lado cuando hay que hacer frente al peligro, pero también a la hora de divertirse. Sin entrar hoy en reflexiones más profundas, cierro así este capítulo con un pensamiento positivo y una sonrisa y guardo mi pluma para futuros relatos“
Capitán de Goleta Augustus Lucero

lunes, marzo 15, 2004

Día 15 de Marzo del año de nuestro señor 2004.

“... Cierro los ojos y aspiro con fuerza. El olor a tierra húmeda inunda mis fosas nasales y me maravillo una vez más ante el contraste que presenta Asia en todas sus facetas. Estoy sentado en la oscuridad de la noche, en un claro en el centro de Victoria Park, en el corazón de Hong Kong. A mi alrededor, se extiende en todas las direcciones una muralla de árboles, y, si no mirara más allá, podría imaginar que estoy en el bosque. Y sin embargo, justo por encima de las copas mecidas por el viento, asoman decenas de torres resplandecientes elevándose hacia las estrellas, nutriéndose de su tenue luz, como una gigantesca fortaleza. La naturaleza y la ciudad en una perfecta y surrealista simbiosis. Lentamente me levanto y vuelvo a casa para manchar una vez más las páginas de mi diario con mis últimas aventuras...

El tiempo transcurre rápido en Hong Kong, los segundos dando paso a los minutos y éstos a las horas, días y meses sin que uno se dé cuenta. Y sin embargo, cada día trae algo nuevo e inesperado. Todos los días tienen su lección, y aunque debo confesar que no todo lo que descubro me es grato, disfruto con cada momento de exploración y soy feliz en estas islas tan alejadas de la mano de Dios.

Pocas cosas he recogido en estas páginas de mi estancia en Hong Kong hasta ahora, así que he decidido narrar en el día de hoy algunas de las anécdotas que he ido coleccionando desde que llegué...

Supongo que alguna de las cosas que más nos choca a los occidentales es la gastronomía china. Tanto la forma de cocinar como los condimentos y los elementos básicos son bastante diferentes. Una de mis primeras y más intensas experiencias la tuve a los pocos días de llegar. En mi afán para integrarme con la cultura local, interrumpí uno de mis paseos nocturnos para acercarme a uno de los múltiples puestos que hay repartidos por Hennessy Road, la calle que constituye la arteria principal del tráfico de la isla. El tenderete recogía una colección de alimentos difícilmente identificables de todos los colores y olores, aunque tenía dificultades para imaginar como afectarían tales al sentido del gusto. Estaba yo examinando dubitativamente la mercancía cuando se acercó una joven y delicada china y pidió una ración de algo que le fue servido pinchado en un palillo. Si tuviera que apostar, basándome en mis estudios de quirurgía, diría que se trataba de pulmón. Estaba flotando en un bol gigante, hirviendo en una salsa de aspecto poco recomendable y como era ya tarde y quedaba poco, se movía dentro del recipiente, sumergiéndose y reapareciendo por momentos. No era un espectáculo que despertara mi apetito pero haciendo de tripas corazón, me acerqué al puesto y señalando lo que la chica oriental había pedido y ya devoraba mientras se iba alejando, pedí una ración de “pulmoncillos”. El olor era penetrante y la consistencia gomosa. Marché pues tratando de distraer mi mente en otras cosas mientras engullía los pedazos de víscera, pero el esfuerzo fue excesivo para mi estómago. Cuando iba por la mitad del palillo, tuve que arrojarlo lejos y concentrarme para no arrojar también lo que ya había ingerido. Intenté lavar el sabor con un zumo de mango, pero había calado hondo, y el penetrante olor y el regusto de los órganos me persiguieron toda la noche en mis pesadillas.

Afortunadamente, la mayor parte de la comida oriental me resulta agradable y apetitosa, y disfruto experimentando cosas nuevas. Entre las opciones disponibles, aparte de comida occidental, que también se puede encontrar si se desea pero que yo trato de evitar, se puede encontrar cocina tailandesa, coreana, vietnamita... y dentro de éstas y de la china propia, multitud de especialidades. Hay que tener especial cuidado con el picante que puede arrancar lágrimas y secuestrar la respiración de los hombres más hechos y derechos.

Además de la comida, Hong Kong presenta multitud de secretos escondidos entre sus callejuelas. Los edificios esconden en su interior todo tipo de comercios y locales y los mercadillos se extienden durante bloques y bloques incluyendo ropa, comida, imitación de todo tipo de artículos de importación extranjeros, guardados con celo en escondidos pisos francos, peces, pájaros, insectos y todo tipo de criaturas sorprendentes, incluidos los habitantes de la ciudad, que constituyen de por sí una especie autóctona digna de estudio.

Pero la ciudad presenta también sus riesgos para los atrevidos exploradores. El otro día, sin ir más lejos, estuve a punto de ser devorado por las ratas cuando esperaba a un amigo sentado en un parque. No tengo especial repugnancia hacia dichos especímenes, pues siempre hay alguna en los barcos, o de otro modo hay que sospechar que algo va mal... pero éstas eran diferentes. Cuando me di cuenta, las vi correteando descaradamente sin miedo junto a mis botas y cuando me levanté y me alejé un poco, se apoderaron del banco donde había estado reposando y estuvieron mordisqueándolo y haciendo malabarismos encima y debajo de él. Desde luego, la higiene no es el tema más cuidado en este país, lo que ha sido apuntado como posible fuente de las epidemias sufridas últimamente.

Sin embargo, desde mi llegada a Hong Kong, para mí lo más interesante ha sido sin duda alguna el día en que alquilamos un junco para surcar las aguas de los Nuevos Territorios. El transporte era realmente grande, con capacidad para más de treinta personas, unos veinte metros de eslora y un estilizado diseño. Yo había ido preparado para asumir el mando de la embarcación, pero el navío tenía ya un capitán y consideré cortés permitir al marinero chino que manejara el timón, de modo que yo pude relajarme y disfrutar del viento de proa, del sol, de su reflejo en las olas y del vaivén de la cubierta...

Fue una travesía corta, apenas unas horas de trayecto, pero igualmente agradable y entretenida. Partimos temprano por la mañana, en un día claro y soleado. No habría de notarlo hasta el día siguiente, pero los largos periodos lejos del mar me habían hecho olvidar las precauciones necesarias, y tras pasar todo el día a pecho descubierto, mi piel tomaría más tarde el aspecto y la tonalidad del caparazón de un cangrejo. Abandonamos pues la isla hacia una pequeña cala escondida en los Nuevos Territorios, en una zona donde antaño se libraron grandes batallas navales y que aún presentaba aquí y allá vestigios de tales confrontaciones. No faltó el ron que todo buen marinero debe llevar a mano y cuando por fin arribamos a destino, ya la camaradería hacía uno de la tripulación en pleno. Anclamos a cierta distancia de la orilla y la mayor parte del pasaje se abandonó al sueño en la cubierta inferior. Los más atrevidos decidimos explorar la costa y como no teníamos embarcación auxiliar, debimos arrojarnos por la borda y recorrer a nado la centena de metros que nos separaba de la playa. Llegamos deshechos, mermados por la vida sedentaria y el efecto del alcohol y las sustancias aromáticas que nos habían acompañado durante la travesía y nos tendimos boca arriba en la arena, cual náufragos supervivientes de un desastre marítimo, pero congratulándonos de nuestra dudosa hazaña. Permanecimos un rato allí tumbados hasta que el regreso se hizo necesario. La vuelta fue aún más dura, pero afortunadamente llegamos todos enteros y de una pieza hasta el barco.

Zarpamos en breve de vuelta a la isla. El buen día que nos había acompañado en todo momento nos regalaba la vista de la puesta de sol a proa. Erguido en la cubierta, abandoné mi mente a la inmensidad del mar, mirando directamente al astro rey entre mis párpados semicerrados, saboreando la espuma de las olas, disfrutando del momento...

Cuando arribamos a puerto hacía tiempo que el sol se había puesto y las luces de Hong Kong nos recibían una noche más. Aunque al día siguiente nos esperaba el trabajo, unos pocos continuamos la fiesta en casa del Oficial de Comercio sevillano hasta altas horas de la noche, pero mi mente seguía perdida en el mar, la mirada fija en la línea del horizonte pero sin poder evitar también volver la vista atrás de vez en cuando y contemplar la estela que queda atrás a popa, el paisaje que va perdiéndose de vista...

Como a veces me sucede últimamente, la nostalgia me invade. Suspiro en voz alta y me recuesto en la austera silla de mi habitación mirando al techo. El sueño no llega, pero decido retirarme a descansar de todos modos... Antes de apagar la luz, mojo mi pluma una última vez para dejar aquí constancia de las predicciones que de lo incierto y futuro hicieron para mí los monjes budistas de Tailandia:

‘...Como una flor que se las arregla para parecer fresca bajo el sol abrasador. Como el pequeño pájaro que aprende a volar y azotado por fuertes vientos cae a tierra. Como el guerrero abatido por la flecha que se levanta para continuar la lucha. La vida será grata en un futuro, pero la recuperación necesita paciencia. No es probable encontrar una buena compañera en esta etapa y los problemas legales no serán propicios, pero sin embargo habrá algo de buena suerte.

A pesar de las dificultades presentes, las cosas mejorarán dentro de no mucho...’

Apago las velas con un soplido y me acuesto en mi colchón tendido en el suelo. Cierro los ojos y me arrebujo entre las sábanas con una sonrisa, pensando que mañana por la mañana me despertarán los rayos del sol...”

Capitán de goleta Augustus Lucero.

sábado, febrero 14, 2004

Día 14 del segundo mes. Anno Domini 2004.

“Privado voluntariamente de muchos de los lujos y placeres de la vida moderna, me encuentro mucho más a menudo de lo que acostumbraba frente a las páginas aún vacías de mi diario, repasando los últimos acontecimientos y queriendo grabar en sus anales, además de en mi mente, todo lo que me acontece en estos días extraños...

Últimamente me cuesta conciliar el sueño, y vago solitario de madrugada por las avenidas desiertas y las calles abandonadas, salpicadas de pequeños grupos de hongkoneses que se resisten a rendirse al cansancio. Esta ciudad es mucho más hermosa por la noche, cuando la suciedad de sus calles y sus edificios no es apreciable y los ojos se pierden en el espectáculo de luces multicolor que permanecen encendidas hasta la salida del sol. Cuando no consigo dormir, compro un tentempié en alguna de las tiendas que permanecen siempre abiertas y paseo a la deriva o me siento pensativo en algún parque, escuchando en la lejanía un violín desafinado que toca otro alma perdida o acompañando mi soledad con mi guitarra...

Pero en este ínterin muchas cosas han sucedido y quiero escribirlas antes de que el tiempo y el olvido dejen su impronta en mis recuerdos, tal como las he vivido aquí y ahora. En mi última crónica narraba mi accidentado viaje a China, que interrumpí precipitadamente para volver a Hong Kong a tiempo de recoger a mi dama a su llegada a puerto. Me cuesta hablar de ello ahora que ya no estamos juntos sin embargo prefiero recordar, aunque duela, a olvidar...

Pasamos una semana ajetreada en Hong Kong. Yo estaba ocupado en mi trabajo de documentación en la Oficina Comercial, pero maese Robert, mi compañero de piso y un autóctono del lugar, hizo de guía y llevó a Inma a todos los recovecos del lugar, de modo que ahora ella conoce muchos rincones de la ciudad que son todavía un misterio para mí. De todos modos, recorrimos juntos la urbe cada noche, y mi dama no dejaba de maravillarse ante este escaparate de lujo y contrastes que supone la ciudad.

Aprovechando su visita, conseguí dos billetes para Bangkok para el fin de semana, y solicité a mi jefe un día de mis escasas vacaciones para poder ver la ciudad con más tranquilidad. Este viaje en compañía de Inma fue también una experiencia inolvidable.

Partimos un viernes por la tarde y arribamos a destino con la caída de la noche. Nos alojamos en un lujoso hotel y después de cambiarnos y adecuar nuestra vestimenta al calor húmedo y sofocante del ambiente, salimos a dar una vuelta y a catar el bullicio de las calles tailandesas.

Bangkok es un sitio increíble. En realidad sólo los extranjeros lo llaman así, ya que en la cultura Thai se considera un honor otorgar nombres largos, y aunque pocos de sus habitantes recuerdan su apelativo original más allá de “La ciudad de los ángeles”, el rey Rama I, fundador de la ciudad hace más de dos centurias y poseedor de un nombre aún más largo en su ascenso al trono, la bautizó como “Krungthepmahanakornamornratanakosinmahintarayutthayamahadilokphopnop paratrajathaniburiromudomrajaniwesmahasatharnamornphimarnavatarnsathitsakkattiyavisa nukamprasit”, que se traduce como “La gran ciudad de los ángeles, la suprema tierra inconquistable de la gran divinidad inmortal, la capital real de las nueve nobles gemas, la ciudad agradable llena de grandes palacios reales y paraísos divinos para la deidad reencarnada, otorgada por Indra y creada por el dios de las artes”... y debo decir que no hace de menos a tal descripción.

Hacía muchísimo calor, incluso de noche, y las calles estaban plagadas de turistas y habitantes locales mezclados en una marabunta de gente. El hotel estaba en la zona más nueva de la ciudad y los sentidos se perdían en el aire viciado y maloliente, resultado de las basuras en putrefacción, el sudor humano y los puestos ambulantes que ofrecían saltamontes y cucarachas fritas. Resultaba un poco triste ver orondos alemanes chorreando sudor de la mano de bellas y seguro que ya no tan inocentes jóvenes tailandesas... y sin embargo, y a pesar de esta cruda descripción, el conjunto no resultaba desagradable. La espontaneidad de la ciudad, aún en su brutalidad...su simplicidad y su ritmo de vida salvaje resultaban algo natural. Esa noche disfrutamos de un par de antros locales en los que se apelotonaban los extranjeros y volvimos hasta el hotel dando un agradable paseo.

Pasamos tres días en la ciudad de los ángeles. No puedo recordar con exactitud en qué invertimos el tiempo cada día. Tan sólo recuerdo la paz interior que me acompañó durante toda mi estancia allí. Utilizando diferentes medios de transporte, entre ellos los famosos Tuk-tuk locales, y teniendo que lidiar con los ladinos thais, visitamos el templo del buda esmeralda, el palacio real, el gigantesco buda yaciente... los más famosos y fastuosos monumentos de la ciudad, todos pintados en oro y ricamente trabajados, todos evocando algo más grande, más antiguo, más hermoso... desde los murales donde divinidades monstruosas o increíblemente bellas se enzarzaban indiscriminadamente en encarnizadas batallas o lujuriosas orgías hasta las innumerables estatuas de Budha en todas las posturas y en todos los momentos de su vida que adornaban cada esquina. Pero también nos perdimos en los templos menos visitados donde los monjes paseaban al sol y lavaban las túnicas naranjas, surcamos en barco los canales de agua sucia que recorren la ciudad, donde los lugareños se acercaban en sus barquitas a ofrecernos mercancías y donde incluso vimos un cocodrilo encadenado no lejos de donde los niños se bañaban y la gente limpiaba sus útiles de cocina. Paseamos por las calles donde demasiadas personas se hacinaban en casas demasiado diminutas...Y sin embargo, todos parecían felices, tranquilos, despreocupados más allá de tener para comer mañana. Todas las esquinas ofrecían maravillas y sorpresas al ojo atento y al viajero despistado. Cada momento del día ofrecía una visión única y diferente de los templos, de la gente, de la vida en Bangkok, y ya fuera al amanecer, al mediodía o con la puesta del sol, era éste un espectáculo que reconfortaba el alma.
Compramos multitud de ropa de estilo local y souvenirs, entre ellos la guitarra que me acompaña ahora. Disfrutamos de las picantes especialidades de la gastronomía tailandesa, de la pulpa y el refrescante zumo de los cocos verdes recién abiertos, de la simpatía y la picardía de sus habitantes y, en resumen, de una ciudad diferente, espiritual y maravillosamente sorprendente.
El lunes por la tarde abandonamos Tailandia para volver a Hong Kong, donde Inma permaneció hasta el domingo siguiente. Visitamos las islas circundantes y planeamos incluso un viaje a Macao, que hubo de cancelarse finalmente por motivos burocráticos. Pasamos una semana preciosa juntos, disfrutando de las exóticas noches asiáticas y del glamour hongkonés. Y el tiempo, que a veces parece eterno, corrió deprisa hasta la separación. Acompañé a Inma hasta su embarcación en la noche del Domingo y esperé con ella junto a la pasarela hasta que partió de vuelta a Kazahkstán.

Su nave se alejó de Hong Kong llevándosela lejos, dejando tras de sí una nube de recuerdos, de momentos inolvidables, de palabras entredichas, de promesas rotas...tantas cosas...Inma es una parte muy importante de mi vida, una parte que me acompañará siempre. No puedo plasmar aquí todo lo que representa. Todo lo que aprendimos, lo que crecimos, lo que vivimos y compartimos... todos los momentos, las alegrías y las tristezas... es una chica maravillosa y fue la primera en tantas cosas para mí... y aunque siento que aún no ha llegado el final del viaje, no puedo menos que despedirme con un sentimiento agridulce, contradictorio, de incertidumbre e indecisión, de liberación y amargura, de asunto inacabado... No sé qué nos depara el futuro a cada uno, ni si nuestros erráticos caminos volverán a encontrarse. Apenas ha pasado un mes desde que se fue, y aunque los sucesos acaecidos desde entonces puedan hacer pensar otra cosa, su recuerdo me acompaña a menudo y la echo mucho de menos... pero eso es otra historia y deberá esperar a otro día para ser contada. En ese momento, dejaba atrás algo muy querido para mí porque tenía que levar anclas, proseguir mi viaje, seguir navegando, aunque sin rumbo fijo...

Como viene siendo habitual desde que comencé a relatar mis experiencias, finalizo este capítulo de mi vida con una pequeña reflexión... a veces me pregunto si algún día podré abandonar el timón... o si vagaré siempre como un holandés errante por los mares de la vida. ¿Pero no es acaso el viaje la mayor aventura? ¿Qué nos queda una vez varamos el barco? ... Miro al cielo, pero las estrellas no pueden responderme, ahogadas en las luces de la ciudad... y sin embargo esa misma claridad hace la noche más vacía... “

Capitán de goleta Augustus Lucero