lunes, enero 13, 2003

Cuaderno de bitácora del capitán de Goleta Augustus Lucero. Día 13 de Enero del tercer año del segundo milenio de nuestro señor Jesucristo

...La luna brilla tenuemente en la negrura del mar. Escucho el chapoteo de las olas contra la borda del barco y mis pensamientos se pierden en la oscuridad.

Son tiempos agitados. Sometido a presiones por el concilio de navegación para someter mi pericia a examen, paso la mayor parte del tiempo encerrado en mi camarote, cotejando mis libros de ruta y tratando de memorizar las derrotas más importantes. También he decidido cambiar mi residencia tras haber tenido un serio enfrentamiento con el casero que regenta la casa donde me hospedaba. La intolerancia es algo que no puedo soportar.

Del mismo modo, la dama Inmaculada acaba de arribar a Hispalis procedente de tierras eslavas y ha concertado una cita conmigo. Viajaré pronto a Granada para reencontrarnos, aunque es un misterio para mí lo que pueda suceder una vez en esa mágica ciudad. Sólo espero que su corazón no se haya congelado con el frío de aquellas tierras...

La estrella polar me saluda titilante en Septentrión, pero el barco navega a la deriva, pues soy incapaz de fijar un destino. Puedo ubicar mi navío en el mapa con apenas unos grados de latitud de margen de error, pero sin embargo, soy incapaz de saber donde estoy ni hacia dónde me dirijo.

Tras mis recientes aventuras y desventuras con la dama Eva, no he podido menos que reflexionar acerca de los últimos sucesos, del amor y de la vida en general.

En estos tiempos, aquellos que debieron ser furtivos ladrones de besos, amantes no correspondidos, tal vez ni siquiera sospechados y sacrificados consortes no hallan ya damas en peligro, bellas durmientes ni princesas esperando el rescate, esas mujeres que hechizan sin poder resistirlo, aún conociendo el secreto de su magia. No hay ya lugar para las lágrimas, para las cartas no enviadas ni para los versos largamente meditados y los corazones quedan huecos, privados de una fantasía hecha de jirones de nubes, que no puede perdurar enfrentada a la banalidad de la realidad. ¿Qué lugar nos queda ahora a los románticos?

... El sol se alza en el este, un círculo perfecto. Su luz y su calor alejan los melancólicos pensamientos de la noche y hacen asomar una sonrisa a mi rostro. El redondo del sol, 'hi no maru'... creo que mi destino ha sido fijado...

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