viernes, diciembre 16, 2005

Viernes 16 de Diciembre del año de nuestro señor 2005

leaves


西吹けば
東にたまる
落葉かな
蕪村










(Con viento del oeste, Las hojas caídas se reúnen en el este)
"El viento sopla con fuerza y me arrebujo en mi capa, contemplando pensativamente tal vez el mismo paisaje que inspirara a Buson. A mis pies se extiende el parque de Hibiya, un manto de árboles en una hermosa combinación otoñal de rojo, amarillo y verde. Algo más allá se alcanzan a distinguir los Jardines Imperiales, sus blancas paredes brillando en el día frío y claro.

Exhalo un largo suspiro mientras repaso el volumen considerable que mi diario empieza a adquirir. Aún tengo pendiente el relato de mi viaje a las indias, y he dejado sin narrar más de un año de aventuras en el que he hecho escala en puertos tan lejanos como Escocia y Singapur, varias travesías interoceánicas entre Hispania y Hong Kong e innumerables excursiones a China, amén de visitas tan memorables como las de mi antiguo contramaestre, Odín, ahora capitán de su propio navío y especializado en el comercio de especias, acompañado de su gigantesco y amedrentador guardaespaldas Alexandros, o la de mi propio hermano, que se decidió por fin a desafiar las distancias para hacerme una visita acompañado de su señora y el hermano de ésta. Es cierto que ha sido un periodo lleno de aventuras, pero, sin saber explicar bien por qué, el peso de la pluma se me ha hecho excesivo, y aunque a menudo he desempolvado las páginas de mi cuaderno de bitácora, me he encontrado releyendo antiguas entradas sin atreverme a manchar las páginas en blanco.

No ha sido hasta ahora, casi un mes después de mi llegada a Japón y preparando ya mi regreso a Hispania para navidades, que me he sentido llamado a retomar la narración de mis periplos. Nihon, como los japoneses lo llaman, el país del sol naciente. He perdido la cuenta de los años que he soñado con vivir aquí y, como suele suceder, cuando uno ha cumplido sus metas más inmediatas, me encuentro perdido y desorientado.

No todo se debe a la realización de mis aspiraciones, claro está. Para poder vivir en el país, he tenido que hacer un pacto con el diablo y aceptar un trabajo en una compañía bancaria de origen español, a pesar de las reticencias que tales instituciones y sus dirigentes me suelen producir. Desgraciadamente, mis instintos no me han traicionado, y en poco más de tres semanas he comprendido que tengo que comenzar a buscar de inmediato una ocupación que no acabe con mi salud y con mis nervios. En este momento, mi indignación y desprecio se centran en mi superior, un hombrecillo despreciable, calvo y enjuto, que guarda un increíble parecido con el Mr. Scrooge que la lectura de Dickens creó en mi imaginación. Engreído, codicioso e indisimuladamente afeminado, no ha intentado ni siquiera camuflar sus intenciones, y ha dejado bien claro, si no con sus falsamente halagadores discursos, sí con sus actos, que no va a ser éste un buen año en lo que a trabajo se refiere. Afortunadamente, el resto del personal de la oficina, compuesto mayormente por japoneses, parece bastante agradable e intento pensar que se trata tan sólo de un mal menor para llevar a cabo mis objetivos.

Además de la frustración acumulada tras años de empleos exasperantes, debo reconocer que esta vez la partida se me ha hecho también más difícil. Después de casi dos años lejos, salvo por breves regresos, el haber vuelto a pasar tiempo con mi dama Raquel, de quien he estado demasiado tiempo separado, con mis familiares y con mis amigos, para tener que partir casi de inmediato, el ver que la vida sigue cuando yo parezco quedarme al margen... me ha hecho sentir confuso. Noviazgos y matrimonios, compra-venta de haciendas… ¡Pensar incluso que el capitán Ignatius está esperando una hija! ¡Para él y los suyos mis mejores deseos!

En fin, demasiadas cosas en un plazo demasiado corto. No sé si es una válida explicación para mi habitualmente alterada situación emocional, y me pregunto a veces si no es éste su estado natural…

Por lo demás, el tiempo sigue pasando con la misma rapidez que siempre. Este primer mes me he hospedado en casa de una familia japonesa, acostumbrada a acoger huéspedes de ultramar, donde he podido tomar contacto con las costumbres y la comida tradicional. He recorrido con ellos los mismos sitios que visité hace años en mi primera incursión y, a falta de mayor inspiración, quiero cerrar mi primera entrada en esta nueva etapa de mi diario con los pronósticos que los augures del templo de Sensôji en Asakusa hicieron para mí.


BUENA SUERTE EN EL FUTURO

Un enfermo pasará mucho tiempo en cama pero no perderá la vida.
El objeto perdido no será encontrado.
La persona que esperas llegará, aunque tarde.
No es un buen momento para el amor, pero lo será más adelante.
No emprendas ningún viaje ni nuevo negocio.

Hay varios tipos de piedras pero debes distinguir guijarros de joyas, si quieres tener éxito en la vida. Tendrás que sortear muchas dificultades y pasar penurias. Lo que esperas llegará tan repentinamente como los capullos florecen tardíamente en viejas ramas.


Un sabor agridulce... un destino ambiguo...
¿no es acaso ésa la esencia de la vida?
¿Y no es nuestra esencia la ilusión de desafiar al destino y reirnos de él?
Lanzo mi cabeza hacia detrás para gritarle al cielo sobre mi cabeza y reirme de la tierra bajo mis pies. Da igual las veces que naufrague o los puertos que alcance. ¡Nunca dejaré de navegar!
¡De nuevo al timón para lo que los mares me deparen!"


Capitán de goleta Augustus Lucero

No hay comentarios: