viernes, diciembre 13, 2002

Cuaderno de Bitácora. Capitán de Goleta Augustus Lucero. Fin de semana del 13 al 15 de Dezzembre. Anno Dommini 2002

...El fin de semana ha sido agitado. Fuerte marejada y vientos racheados...

La tarde del viernes pasó agradablemente aguardando la llegada a puerto de nuestros compañeros Adolfus y Borgia. No tuvieron problemas en la travesía y después de acomodarse en casa del capitán Ignatius nos reunimos para cenar con sus respectivas damas y algunas amigas, entre las cuales se contaba la dulce Eva María.

Fue una velada agradable con pocas cosas reseñables. Regamos la cena con auténtica sangría importada de Valencia, intercambiamos regalos y risas y compartimos deliciosas viandas típicas del lugar. La dama María del Carmen, una mujer de carácter, no dejó de notar la ausencia forzada del oficial Iñigo y me encargó enviarle sus respetos. Sospecho que siente cierta atracción por sus galones...También debo apuntar que la dama Eva estaba especialmente hermosa esa noche, hecho que no le pasó por alto al pícaro Adolfus.

A la salida, tuve un desagradable altercado con un rufián inglés afectado por el alcohol con el que estuve a punto de batirme, pero la cosa no fue a mayores y me retiré a descansar después de dejar a mi acompañante en su casa.

El sábado se levantó nublado. Me desperté temprano para ocuparme en las labores de mi hacienda, pero la lluvia me envió de vuelta a las sábanas. Desafortunadamente, el Domingo tendría que enfrentarme a la frondosidad de la hiedra y subirme a un gigantesco escaramujo para podar sus espinosas ramas con gran peligro para mi persona. La mañana del Sábado, entretuve pues el tiempo estudiando mis cartas de navegación y al mediodía me reuní con los oficiales Adolfus e Ignatius para comer y charlar animadamente acerca de temas variados. Como no, la conversación acabó derivando en nuestro futuro y nuestros asuntos personales y el capitán Adolfus dijo algo que luego sería de gran importancia para mí. Después nos retiramos a atender nuestras respectivas obligaciones y, plantado ante mis mapas de ruta, no podía pensar en otra cosa que no fuera la dama Eva.

Decidí que el día había llegado. A pesar de las informaciones proporcionadas por mis contactos y su supuesta fiabilidad, deseché rápidamente el ataque directo. Mi instinto me decía que no iba a ser un encuentro fácil... salí de casa y recorrí las frías y oscuras calles de Madrid. Paseé por ellas dejando vagar mi mente, buscando una táctica que pudiera emplear en la difícil empresa que me aguardaba. Entonces llegó la inspiración. Volví rápido a mi camarote y consulté "las crónicas de batalla" de Alejandro Magno y "el arte de la guerra" de Sun Tzu. Midiendo cuidadosamente las distancias con el sextante, elaboré una táctica de libro, un acercamiento sutil y atrevido, que tanto podía conducirme a la victoria como hundirme en las negras aguas del olvido... la aplicación definitiva de la estrategia marítima al terreno personal...lo bauticé como "Operación Triunfo"... pero sin embargo, la noche trastocaría mis planes.

Me reuní con mi tripulación para ir a cenar, dejando el uniforme habitual en su percha. La cena fue ruidosa y divertida. La compañía, otro tanto, y la dama Carmen, una marinera granadina que trabajaba conmigo y que apenas conocía de vista utilizó sus encantos para nublar mis sentidos y confundir mis intenciones. Decidí retirarme pronto despidiéndome cortesmente, pero la semilla de la duda ya estaba plantada. Así amaneció el día del Señor. Decidí no afeitarme y conservar mi aspecto bohemio, pues así es como me siento cómodo y soy poco dado al disfraz y el engaño y, tras enviar un despacho a la dama Eva, la recogí para ir juntos a perdernos en las callejuelas del mercado de Madrid. Con mi plan de batalla bajo el brazo mil ideas pasaron por mi cabeza. Tan pronto quería confesarle mis ambiguos sentimientos como huir de una confrontación que presentaba resultados inciertos, tanto más en la victoria que en la derrota. Sin embargo, entonces recordé lo que me había dicho Adolfus, "daros una oportunidad"... vinieron a mi mente todos los correos que había intercambiado con la dama, sus atenciones y sus sonrisas, sus bellos ojos y sus siempre amables palabras, y la así del brazo para continuar de esta guisa nuestro paseo por las callejas madrileñas. Pareció sorprendida pero no disgustada, y dió paso la siguiente fase: una declaración de intenciones a modo de correo escrito en japonés.

Sonrojándose, Eva escuchó mientras mi mano apretaba la suya y traducía: mi ambición de viajar y ver mundo, la dificultad de identificar mis sentimientos en ocasiones, pero también, el agrado que su compañía me producía y mi aprecio por su persona... Su respuesta fue sincera y cariñosa. Como yo suponía, la atracción es mutua, pero su corazón duda y supongo que es menos aventurero que el mío. Seguimos caminando cogidos del brazo y acordamos dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio... Y aunque desde fuera pueda verse como un resultado agridulce, considero que es el mejor desenlace posible para esta escaramuza... Porque este viejo lobo de mar sigue libre para navegar, y si alguna vez la noche es demasiado oscura, siempre puede recurrir a su propia estrella en el firmamento. Y aunque aún parezca lejana su calor y su ternura me arropan y me ofrecen consuelo en la adversidad...

Solo de nuevo al timón... ¡¡¡rumbo a lo desconocido!!!

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